La limosna es el labio del mar sediento
Que se esculpe en las olas de absoluto silencio
Y que rompe en la arena del deseo
Para acabar en el blanco Perseo
La limosna es el ojo más humillante
Es la pena que es más que errante
Nunca se aposenta en los dedos sino
En guantes de príncipes encantes
Se mueve el brillo de su metal
Corrompe el papel a su instante
Vagando su huella en talante
Del que se sirve de tal és pedante.
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